LA APRECIACIÓN PLÁSTICA DE ESTILOS
ARTÍSTICOS.
LA NECESIDAD DE JUICIOS CRÍTICOS
Asociamos belleza con proporción y esto ocurría ya desde la antigüedad.
En la antigua Grecia, se veía el mundo como una forma y fue Pitágoras el que
estableció lazos entre cosmología, matemáticas, ciencia natural y estética. Él
sostuvo que el principio de todas las cosas es el número; existe una belleza
porque las cosas están ordenadas, incluso las matemáticas regulan los sonidos
musicales . Todo esto basado en la idea de proporción la cual continua
persistiendo en la Edad Media. Boecio recuperó las ideas de Pitágoras acerca de
que los modos musicales pueden llegar incluso a influir en la psicología de las
personas.
En la arquitectura ocurre lo mismo, las proporciones arquitectónicas tienen
relaciones semejantes a los intervalos musicales, siguiendo la idea pitagórica.
Un claro ejemplo es la tetraktys, una figura que ejemplifica de forma perfecta
la reducción de lo numérico a lo espacial, de lo aritmético a lo geométrico:
Esta
concepción matemática del mundo también la expresa Platón, continúa entre al
Humanismo y el Renacimiento, dotando a este concepto de proporción de una parte
mística y simbólica.
Los
pitágoricos, en su búsqueda de la perfección se basaron en la oposición de
contrarios, pero para ellos, sólo uno de los dos representa dicha perfección.
Heráclito, sin embargo, afirma que ya que han de convivir estos contrarios sin
conciliación, la armonía surgirá de la tensión continua entre ellos. Para que
exista dicha armonía hay que encontrar un equilibrio. Este equilibrio, en el
plano visual, se corresponde con el concepto de simetría, dando la razón esta
idea pitagórica a uno de los cánones de belleza fundamentales de la antigua
Grecia.
Estudiando las proporciones correctas se llega hasta la aplicación del concepto
de eurrítmia a través de Vicleto, consistente en adaptar las proporciones a la
visión.
Más tarde, en la cultura medieval surge el concepto de homo quadratus , en el
que vuelve a aparecer el número como explicación a la estética, dando especial
importancia al número cuatro, presente en la naturaleza como explicación a
numerosos fenómenos. Al igual que el cinco, que también es un número con
numerosas correspondencias.
Para
los pitagóricos, como ya se ha comentado, el alma y el cuerpo están regidas por
las mismas reglas que los fenómenos musicales, al igual que la armonía del
cosmos. Durante años se debate sobre este concepto de cosmos y belleza hasta
llegar a diversos autores de la escuela de Chartres que nos presentan un nuevo
concepto: la naturaleza es la que rige este mundo y no el número. La belleza y
la fealdad nacen por contrastes.
La
estética de la proporción la encontramos también en otras artes, como la
pintura. Esta proporción tiene que existir pero también estar adecuada al fin
para que el que está destinada una cosa para que sea bella.
A lo largo de la historia se ha buscado el ideal de belleza y la perfección
bajo los criterios de proporción propios de la época.
Si
pasamos al otro extremo, al concepto de fealdad, alcanza su máxima expresión en
lo siniestro, aquello que nos inquieta convirtiendo una situación cotidiana en
algo que inusual. Una situación que nos hace sentir incómodos y que escapa a la
explicación de nuestra lógica.

Los fenómenos sobrenaturales o diversas historias
mostradas en cuentos representan este concepto. El arte dispone de numerosos
medios para representar a lo siniestro.
Todo
lo inquietante e inexplicable, aunque sea a través de relatos, del cine o la
pintura, nos llevará a este concepto: objetos que se mueven, la aparición de un
doble, el vampirismo, el retorno de los muertos, los fantasmas... etc.
Aunque
nuestro subconsciente sepa que no es real porque no sucede en nuestra vida
cotidiana, al ser algo inquietante pasa a ser feo, siniestro.


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